-¿no prefieres ir a la casa y jugar videojuegos?- masculló con su voz de cereza
-¿y permitirnos la oportunidad de que pase "eso" otra vez? Intenté arremedarlo
-¿Por qué no?. Jugó y esta vez no torció los ojos, y en cambio me guiñó un ojo, y siguió caminando hacia mi coche y no se molesto en decir una palabra más.
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