Después de escuchar a Hector contar aquella orgía, tenía un calentón encima que me subía por las paredes, los calzoncillos estaban chorreando de pre-cum, sentía como las gotas se me escapaban por la raja del capullo sin control, y la polla me pedía insistentemente que la liberara de aquella cárcel de tela. Me quedé mirando con ojos de vicio el redondeado y morboso culo del niñato, todavía vestido, tendido en la cama, y pensando en las sabrosas vergas que habían degustado ese agujero. Rescaté con la mano mi cipote, dejándolo libre de ropa, provocando al chulillo de Hector, … que al verlo la boca se le hizo agua y los ojos se le salían de sus órbitas.
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