Entonces pensé: “¿Y por qué no?” Mañana ya no estaría aquí y si quería algo tenía que ser ya. Había un alumno que siempre fue puntual, entregaba todo y se esmeraba por estar al cien. Muy lindo. Su carita de bobo y su cuerpo musculoso. Y su paquete. Llevaba esos pantalones ajustados y su verga resaltaba a pesar de estar en reposo. No pude evitar verlo varias veces. En sus exposiciones, caminaba alrededor de todos, pero le echaba un ojito a esa espalda ancha y poderosa, a esos brazos, a esas nalgas paraditas y duras. ¡Uff! Cierta noche mientras mi marido metía su verga sabrosa en mi culo, cerraba los ojos y me imaginaba a este semental entre mis nalgas, entrando duro y durando mucho en lugar de mi esposo. Jalaba mi clítoris y me venía fuerte, gritando y soplando que no se detuviera, que me diera tan fuerte como pudiera.
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